Es posible que a más de uno le haya sorprendido la situación a la que se ha llegado en Cataluña. El propio Rajoy, en su infinito ensimismamiento, ha llegado a declarar que "Nadie pudo imaginar que asistiríamos a un espectáculo tan deplorable". Que semejante cosa la piense un ciudadano cualquiera sin suficiente conocimiento de causa tiene un pase, pero que lo piense y lo diga todo un presidente del gobierno es gravísimo.
Si bien el nacionalismo separatista hunde sus raíces en el error liberal imperdonable del siglo XIX de convertir España en un estado centralista al estilo jacobino, y tras frustrados intentos de subvertir el orden como ocurriría ya a principios del siglo XX , no sería hasta la II república cuando el separatismo catalán daría su auténtica cara. Si estudiamos un poco aquél periodo, encontraremos muchas coincidencias con el momento actual: gobiernos débiles, inoperantes y colaboracionistas por acción o por omisión, chantaje separatista mediante los votos a dichos gobiernos, utilización de los resortes del Estado, de las escuelas, de los medios de comunicación y de actos como el 11 de septiembre para propalar el separatismo y el odio a España, desafección y sedición de la propia Generalidad, desbordamiento de los partidos separatistas burgueses y republicanos por los más radicales, vejámenes y provocaciones a las fuerzas del orden público y guardia civil, rebelión de los mozos de escuadra, actuación ambigua cuando no francamente separatista de parte de la Iglesia en Cataluña, etc. etc., que dió como resultado un golpe cruento que trató de crear un república catalana. Prácticamente igual a lo que estamos viviendo en la actualidad. ¿A quién le puede extrañar que se repita?
Desde antes, pero especialmente tras la aprobación de la malhadada e insensata constitución de nuestros males, con sus autonomías y sus "nacionalidades", las organizaciones culturales y políticas llamadas entonces "nacionalistas moderadas" se dedicaron de lleno a la propaganda de la inexistente "nación catalana", de la opresión española, y de la libertad catalana perdida, todo ello a ciencia y paciencia de las autoridades y del estado español en su conjunto. La legalización del acto del 11 de septiembre, con la carga manipuladora que se preveía que se le iba a dar fue una concesión más a añadir. Con el logro y la obtención del estatuto y las diferentes concesiones y competencias que los sucesivos gobiernos débiles y cobardes que hemos soportado le han ido transfiriendo, la Generalidad ha conseguido ser un estado de facto, aunque no de iure (todavía) cuasi independiente. Así, con las sucesivas reformas del estatuto, cada vez más separatistas, con la financiación cada vez más cuantiosa, con la educación y el poder público en sus manos y los medios de comunicación públicos a su servicio, el separatismo ha crecido y crecido en Cataluña a niveles graves y preocupantes que el Estado y los gobiernos han permitido so capa de que en democracia toda idea política es legítima, aunque se trate de la destrucción de España como Patria común e indivisible de todos los españoles. ¿De verdad nadie imaginaría un escenario como el presente? Pero si han incumplido sistemáticamente las decisiones judiciales y del Tribunal Constitucional desde hace años. ¿Están ciegos o son cómplices? Han estado 40 años preparando concienzudamente lo que finalmente ha sucedido.
De tal forma que, creyendo ingenuamente (por ser benignos) que dándoles lo que piden se contentarían, ha estallado un movimiento separatista revolucionario absolutamente previsible que el gobierno no ha sabido o querido parar por ignorancia histórica, por negligencia, por cobardía, por estupidez o por todo a la vez. Y digo revolucionario porque, como en el 34, los partidos separatistas conservadores capitalistas y republicanos de izquierda están siendo empujados, yo diría casi desbordados ya, por la CUP, engendro comunista radical que ha adquirido la táctica separatista de Trotski como medio para implantar un régimen comunista, análogamente a lo que le ocurrió a la misma ERC y a Estat Catalá con la Alianza Obrera en su día, en connivencia con Podemos que suma a su odio a España el refrán "a río revuelto ganancia de pescadores".
Por tanto culpables los separatistas, sí, culpables los que se saltan la ley, por supuesto, pero también los políticos desde la transición que abrieron la puerta al separatismo que antes de la constitución apenas cabían en un taxi como aquél que dice, culpable la propia constitución a la que tanto apelan ahora en un ejercicio de esquizofrenia galopante y culpables los distintos gobiernos que se han sometido al chantaje separatista por auparse o mantenerse en el poder con una visión cortoplacista y partidista antipatriótica evidente. Porque, no nos engañemos, esto no es cosa del pueblo catalán, es cuestión de las élites que se auparon al poder y que, poco a poco, con paciencia, han ido manipulando a los catalanes hasta conseguir que muchos de ellos, aún no la mayoría, pero muchos, olviden su españolía y se revuelvan contra su auténtica y única patria que es España.
Capítulo aparte merece la actitud y la actuación de cierta parte de la Iglesia catalana. Hemos tenido que soportar estoicamente los católicos cómo Obispos como el de Solsona, Javier Novell, se ha posicionado claramente a favor del referéndum y ha pedido que se participe, cómo en Iglesias catalanas se colgaban trapos separatistas o cómo 300 sacerdotes catalanes han firmado una declaración en la que afirman " el carácter nacional de Cataluña y consideran que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán”, entre otras lindezas, mientras que la Conferencia Episcopal Española y el Vaticano dan la callada por respuesta. Esto es gravísimo. Hará falta pues, ya que la propia Iglesia no lo hace, recordarles a estos clérigos que antes que católicos son nacional-separatistas, que, como dice León XIII en Sapientiea Christianiae "“Por la ley de la naturaleza estamos obligados a amar especialmente y defender la sociedad en que nacimos, de tal manera que todo buen ciudadano esté pronto a arrostrar hasta la misma muerte por su patria”, y Pío XI, en la encíclica Divini Ilius Magistri, afirma:"El buen católico, precisamente en virtud de la doctrina católica, es por lo mismo el mejor ciudadano, amante de su patria y lealmente sometido a la autoridad civil constituida, en cualquier forma legítima de gobierno". Pero la doctrina católica no queda ahí, sino que alerta sobre los pecados, por exceso, contra el sano patriotismo. Se peca por exceso incurriendo en nacionalismo exagerado cuando el amor patrio"que de suyo es fuerte estímulo para muchas obras de virtud y de heroísmo cuando está dirigido por la ley cristiana, pasados los justos límites, se convierte en amor patrio desmesurado (Pío XII, Summi Pontificatus). Estos sacerdotes han olvidado que su patria es España y es su deber defenderla, pero han olvidado algo más importante aún. Su carácter católico. ¿No han leído a Torras y Bages y su obra la "Tradición catalana"? En ella expone su tesis principal: "Cataluña será católica o no será". ¿Se imaginan una Cataluña independiente gobernada por los ateos anticatólicos y comecuras de la CUP? ¿Eso quieren? Es de locos.
Una vez estallado el golpe por no haber sabido o querido adelantarse a él, ¿Qué hacer? ¿Persistir en los mismos errores? ¿Seguir con la cantinela del diálogo? ¿Pactar una reforma constitucional o una reforma fiscal como dice el gobierno? ¿Permitir que los cabecillas del golpe se vayan de rositas y que no paguen por lo que han hecho? Por lo pronto estamos viendo espectáculos vergonzosos y grotescos como el del ministro de Guindos abriendo la puerta a una negociación acerca de un nuevo sistema de financiación. ¡Más dinero!, o a Rajoy en su última comparecencia pidiendo diálogo y negociación...¡a un golpista!, mientras se permite el maltrato y la humillación a las fuerzas de orden público (en especial a la Guardia Civil) o como el PP (supuesto baluarte en Cataluña de España) frena mociones de sus alcaldes y concejales a favor de la unidad de España. Todo esto es ridículo, humillante y suicida. No. A los delincuentes se les detiene y se les encarcela. Sin problema de conciencia alguno.
Bajo mi punto de vista lo que se habría de hacer si de verdad se quiere parar el golpe de un plumazo es:
1-Detener a todos los políticos y funcionarios que hayan estado implicados en el golpe, desde el más secundario del pueblecito más pequeño hasta los cabecillas más importantes, Forcadell, Romeva, Junqueras y Puigdemont. Sin solución de continuidad. Acto seguido aplicación inflexible de las leyes.
2-Levantamiento de la impunidad parlamentaria de todos los diputados implicados en el golpe para que puedan ser juzgados.
3-Declarar la ilegalización de todas las asociaciones culturales y de los partidos políticos que han promovido, patrocinado y encabezado el golpe. Asimismo, declarar fuera de la ley el separatismo, como ocurre en otros países de nuestro entorno.
4-Suspensión de la autonomia catalana, recuperación por parte del gobierno nacional de competencias tan importantes como educación y orden público y disolución del parlamento.
5-Depuración de los medios de comunicación públicos catalanes y su vuelta al servicio de todos los españoles.
6-Depuración de los mozos de escuadra que se hayan mostrado favorables al golpe.
7-Bloqueo y control total de las cuentas de la Generalidad catalana.
Por supuesto serían necesarias más pero estas siete medidas las considero de urgencia. Hay que hacerles pagar por lo que han hecho. Con España no se juega. Si no responden de nada (como parece que se pretende por parte de los cobardes acomplejados que rozan la traición que nos (des)gobiernan), se repondrán de sus fracasos y proseguirán con sus maquinaciones contra España. Así pasó y así seguirá pasando.
Pero de nada servirá parar el 1-0 y hacerles pagar su traición si no apagamos los rescoldos que mañana pueden de nuevo encender un fuego aún más vivo incluso. Es necesario y urgente hacer desde ya una gran obra cultural que conquiste el sentimiento hispánico de los catalanes. Hay que despertar y rescatar el patriotismo español en Cataluña como algo propio y tradicional de los catalanes, desde las escuelas, desde los libros, desde los periódicos, la TV, la política, los púlpitos... hacer en definitiva un proceso de re-españolización de Cataluña. Y al mismo tiempo combatir enérgicamente las tesis separatistas y nacionalistas con la difusión de los ideales de amor a España, a la Tradición catalana profundamente española, a sus costumbres ancestrales, a la lengua de Cervantes (sin perjuicio, por supuesto de una lengua tan española como es el catalán), y todo ello dentro de un profundo amor a Cataluña, que es una forma de amar a España.
Y mientras persista el equivocado estado de las autonomías, con el tiempo, una vez apaciguadas y calmadas las aguas, revisar el estatuto. Pero no conforme a las exigencias separatistas, sino con arreglo a las realidades históricas, tradicionales y culturales de España y Cataluña. Ni una concesión más.
Termino con una reflexión de Enrique de Angulo, periodista que vivió en directo el golpe de Companys en 1934 y que relató sus vivencias en una crónica que se publicó en forma de libro titulado "Diez horas de Estat Catalá": "Si hemos de evitar un mañana aciago e irreparable; si hemos de sacar de los trágicos días que hemos vivido saludables enseñanzas; si deseamos para Cataluña días de esplendor y de bienestar, hemos de poner todo nuestro esfuerzo, todos, gobernantes y ciudadanos, castellanos y catalanes, ricos y pobres, altos y bajos, en laborar con el amor más ferviente, con el más vivo anhelo de nuestras almas por España y en lograr que Cataluña sea el más rico florón de nuestra patria, no sólo por su apogeo y progreso económico, sino por sus altos valores morales y espirituales, que son el alma de su pueblo y la esencia de su tradición".