Por su indudable interés reproducimos a continuación el discurso pronunciado por D. Santiago Arellano en el Círculo Carlista de Liria con motivo de la celebración de la Cruz de Mayo
"CONSECUENCIAS POLÍTICAS, SOCIALES Y CULTURALES DE LA CRUZ PARA LOS PUEBLOS DE LA BIMILENARIA CRISTIANDAD
Es
un gozoso honor para mí participar aquí en Liria, en este reducto vivo
de la Tradición y de la Inconmensurable Causa Carlista, en un acto tan
sencillo como profundo en su simbología doctrinal.
Para
la sociedad que nos rodea no le resultará fácil entender que El día de
la Cruz se comience celebrando su víspera con una cena festiva. ¡Cómo
puede ser ocasión de alegre regocijo conmemorar La Cruz, siempre motivo
de escándalo para los judíos y de necedad para los griegos, aunque para
los creyentes fuerza y sabiduría de Dios! No pueden comprender que La
Cruz se ha convertido en causa de nuestra alegría.
Naturalmente
que los creyentes celebramos los acontecimientos religiosos en los
templos y como carlistas también reconocemos en todo la supremacía de
Dios, pero la incorporación de su Santo Nombre en nuestro Trilema, ni
toma el nombre de Dios en vano, ni está defendiendo una sociedad
teocrática ni menos sugiriendo que suban los curas al poder.
Los
carlistas alzamos el nombre de Dios en nuestras banderas cuando se le
quiso echar de la vida social y política. Queremos proclamar que Él es
el origen de toda autoridad; que invocamos su nombre como garantía de
la dignidad de todo hombre, fundamento de la grandeza de toda persona,
origen y razón primera de todos los derechos humanos. Dios creador de
toda naturaleza es el aval del derecho natural cuyo fruto asombroso son
los fueros. Se convierte en la piedra clave de la unidad política de
España; en la única argamasa posible de la Unión Europea e incluso,
en su día, de la Unidad Universal. Pero para estupor de los más
nuestra bandera sigue proclamando que no depende de la voluntad, ni
individual ni general, ni de la “Soberanía Nacional” definir el bien y
el mal, ni delimitar el orden moral establecido por Dios, si queremos
una ciudad en paz y prosperidad fundada en el bien común y no en el
interés general.
Se
escandalizan hipócritamente nuestros conciudadanos cuando saltan uno
tras otro los escándalos económicos, los robos, fraudes, estafas a cual
mayor y más despreciable. No hago mención de las demás inmoralidades
no menos corrosivas de los pueblos. Digo “hipócritamente” porque cuando
el sustituto de Dios es la riqueza y hacerse ricos a tuerto o a derecho
la razón de vivir, no cabe esperar del comportamiento general sino una
vocación al latrocinio, en la que la perversión no está en robar, sino
en que te cojan con las manos en la masa, seas familiar del Jefe de
Gobierno, presidente o consejero de cualquier autonomía, empresario,
banquero, policía o chofer de cualquier cargo menor.
“Riquezas
quiero pero honestamente ganadas” nos enseñaron nuestros mayores. Hoy
no se lo cree nadie. Robar es un mérito; y necedad la honradez. ¿No veis
que se trata de un asunto de legalidad y no de Justicia ni de Ética ni
de Moral? Un robo es delito si se infringe una ley positiva. Si no está
previsto en la norma a nadie le pueden condenar y si está, para ello
existen las argucias de los abogados y sus ingeniosidades.
En
el “Manifiesto de los persas” se le decía ingenuamente a Fernando VII,
refiriéndose a los cabecillas de Las Cortes de Cádiz, “no tienen temor
de Dios y se atreven con todo”. Recientemente el periodista Raúl del
Pozo escribía en El Mundo “El fundamento de nuestra sociedad es la
corrupción” Y que yo sepa nadie se ha querellado. Estad atentos a
Guipuzcoa y no sólo por la política sobre los presos de ETA. Era más
eficaz el mandamiento “No robarás”.
Hoy
sabemos cómo empiezan los juicios y hasta las sentencias; pero no cómo
acaban. Es lamentable que ningún ladrón devuelva lo robado y que al poco
tiempo aparezcan tan ricamente en medio de la sociedad como si tal
cosa.
Algo
parecido ocurre con la representación política. Se acusan los políticos
de contradecir lo prometido en las campañas electorales o lo proclamado
en sus programas electorales.
Suele
despertar enojos generalizados en la población el escaso respeto que
les merecen a los elegidos los programas electorales, y menos los
compromisos y promesas, en contraste con el ingente esfuerzo que
realizan para convencernos de sus maravillas durante las campañas
electorales. Es sorprendente que unos políticos a otros se acusen de
mentirosos. El profesor Tierno Galván lo dijo con total sinceridad: los
programas de los partidos están para no cumplirlos.
No
crean que se trataba de una salida provocativa con su chispa de gracia.
Expresa la doctrina fundamental de la Democracia moderna. Resume la
doctrina política en vigor sobre la representación política. Su inicio,
entre nosotros, las Cortes de Cádiz de 1812.
El
pueblo y todos los dirigentes conocían entonces qué significaba, en la
representación política de la España de siempre, el mandato imperativo.
Por eso la Constitución de Cádiz no lo nombra, pero lo suprime. La
auténtica representación de los pueblos desaparece en ese momento. Se
suprimió en el Art. 100. Dice de los Diputado “que en su
consecuencia les otorgan poderes amplios a todos juntos, y a cada uno de
por sí, para cumplir y desempeñar las augustas funciones de su encargo,
y para que con los demás Diputados de Cortes, como representantes de la
Nación española, puedan acordar y resolver cuanto entendieren
conducente al bien general de ella, en uso de las facultades que la
Constitución determina, y dentro de los límites que la misma prescribe”
A
partir de ese momento ningún diputado representa a quien lo elige ni al
pueblo o distrito que lo vota. En la España de siempre el Diputado
tenía que defender en Cortes lo encomendado por la ciudad, región o
sector de la Nación que lo hubiera elegido. Lo elige con un “mandato”,
del que no puede escabullirse. Es lógico: te elijo para que me
representes y defiendas. Por eso era mandato “imperativo”.
Como
en 1978 ya nadie sabía qué significaba el mandato imperativo, sin
ningún sonrojo, pero por si acaso, manda la Constitución vigente en su
artículo 67,2: “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados
por mandato imperativo”. Es decir, ningún diputado elegido está
obligado, por ley, a cumplir lo prometido en la campaña electoral; tan
solo lo que el partido le mande. No le deis vueltas; es así. Aunque no
nos guste.
Los
políticos no mienten, los políticos no nos engañan, por mucho que nos
exaspere a quienes todavía conservamos un mínimo de conciencia y un
mínimo de sentido común. Es peor. Los políticos juegan la partida con
reglas fundadas en la utilidad y no en la verdad. Les llamamos cínicos,
pero ellos son maestros en la escuela de Maquiavelo. Recordemos alguno
de sus consejos:
“Todos
sabemos cuán digno de alabanza es que el príncipe mantenga la fe dada y
viva con integridad y sin astucia. Pero la experiencia de nuestros
tiempos nos dice que los príncipes que han hecho grandes cosas son los
que menos han mantenido su palabra y con la astucia han sabido engañar a
los hombres, superando en fin de cuentas a quienes ponen sus
fundamentos en la lealtad.
...Es
cosa que conviene entender bien: que un príncipe, sobre todo un
príncipe nuevo, no debe observar todo lo que hace que los hombres sean
tenidos por buenos, porque en ocasiones, para defender su Estado,
necesitará actuar contra la lealtad, contra la caridad, la humanidad y
la religión. Tiene que contar con un ánimo dispuesto a moverse según
sople el viento de la fortuna e impongan las diferentes circunstancias,
sin apartarse del bien -si es posible- pero sabiendo también entrar en
el mal, si es necesario...
Haga
el príncipe cuanto deba por dominar y conservar el Estado, que los
medios siempre serán considerados justos y alabados por todos; pues al
vulgo lo convencen las apariencias y el resultado de cada cosa.”
La
Cruz que hoy celebramos es más que una señal que asegura la victoria en
batallas como las del puente Milvio cuyo 1700 aniversario se cumple
este año. Es el origen de una fraternidad verdadera; de una igualdad que
no destruya la equidad y de una libertad que garantice el crecimiento
en el bien sin cortapisas ni impedimentos de todo pelaje para lograr la
aspiración universal de ser felices aquí y ahora, tú, yo y todos los
seres humanos.
No
me extraña que carlistas de Pro se irriten cuando algo puede sonarles a
integrismo. El integrismo es una parodia grotesca de la propuesta
integral y armónica del carlismo. No se puede dar a Dios lo que es
propio del Cesar como no puede darse al Cesar lo que pertenece a Dios.
Todo clericalismo es inadmisible; del mismo modo que cualquier laicismo
moderado o radical resulta demoledor. El integrismo es una concepción
demoledora del ser de España; como demoledora está resultando una
organización política que va a conseguir que a España no la conozca ni
la madre que la parió. La sociedad es el campo libre y creativo de los
hombres para hacer que el orden natural alcance su perfección.
La
Cruz que hoy celebramos y levantamos con entusiasmo es un emblema de
nuestras aspiraciones políticas. Es el amparo del derecho a vivir desde
la concepción a la muerte natural, el derecho a la familia basada en el
matrimonio de un hombre y de una mujer como pilar de la sociedad, cobijo
de la vida y del amor y enlace en la incorporación con eficacia de cada
persona a la sociedad; proclama el derecho de los padres a la educación
de sus hijos; el derecho a un trabajo en el que la persona ejerce y
colabora en la perfección y dominio de la tierra y no se le ve como
simple elemento en la cadena de producción. Exige la prevalencia de la
sociedad sobre el Estado ordenada bajo el principio de subsidiariedad;
exige la protección y amparo de los desvalidos y desamparados y enseña
que la sociedad lo mismo que la familia, no es un equilibrio de fuerzas
contrapuestas en la que cada cual trata de llevarse la mayor y mejor
parte sino “Ayuntamiento” de menudos, medianos y grandes, para entre
todos sacar adelante el bien común, lo mismo en los municipios, que en
las regiones, comunidades o como las llaman ahora “autonomías”.
Para
nosotros carlistas la sociedad no es una suma de individuos sino una
comunidad de personas. España irá dando bandazos entre la uniformidad y
la fragmentación. Solo el sistema jurídico de los fueros, que se
fundamenta en el reconocimiento de la persona como ser común y diverso,
devolverá a España la unidad y la paz. Nada menos que una organización
que frente al equilibrio entre fuerzas contrapuestas, hoy vigente,
reconozca como bien la diversidad de nuestros pueblos explicitada en sus
Fueros, eso que el Carlismo ha llamado siempre las Españas, en la que
la Autoridad verdadera no define sino que jura defender, amparar y
acatar
No
es la Cruz sólo consuelo en las aflicciones sino causa de nuestras
alegrías de la vida cotidiana en medio de la sociedad, la que nos
legaron nuestros padres y la que queremos que sirva de referencia a
nuestros hijos y nietos. Tiempos tan adversos exigen una resistencia
numantina. Más aún, empecinamiento. Sentirnos herederos del espíritu de
nuestros mayores, no menos macabeicos, que los macabeos del Antiguo
Testamento. No nos engañen las apariencias. Del rey, abajo, ninguno está
exento de la escuela del amor. La vocación política es la manifestación
máxima de la caridad, que no se alcanza de rodillas en el templo, su
prueba se contrasta sirviendo honradamente a la ciudad".
Hasta aquí el discurso, magnífica síntesis de lo que es y significa la Tradición española, única capaz de sacarnos de verdad del atolladero inconmensurable en el que se haya España y los españoles. Pensémos en él y saquemos conclusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario