viernes, 22 de febrero de 2013

ESTADO DE ¿QUÉ NACIÓN?

En el simulacro de debate sobre el estado de la nación (imaginaria) que algunos españoles (cada vez menos según las audiencias televisivas) nos tragamos, se ha vuelto a demostrar una vez más la absoluta falta de representación política que existe en España. Sin evitar la crítica que se merecen estos políticos de nuestras desdichas por sus malas formas, sus insultos y sus acusaciones mutuas que les convierten más en una turba parvularia que en otra cosa, merece la pena detenerse más en otra cuestión: ¿Se debate real y verdaderamente sobre el estado de la Nación? ¿De qué discuten sus señorías? 

Economía y corrupción. No es pretensión de este artículo decir que no sean cosas importantes (que lo son sin duda alguna, teniendo en cuenta la que está cayendo), mas da la sensación de que sólo se puede hablar de estos temas en estos debates. Porque ni un solo grupo parlamentario fue capaz de levantarse y preguntar a Rajoy acerca de la derogación de la criminal ley del aborto; ni le afeó la bajada de pantalones con la ley de "matrimonio" homosexual escudándose en el Tribunal Constitucional; ni le recordó que la ley de violencia de género (feminista radical y sumamente tóxica) sigue vigente; ni le pidió un reforzamiento serio de la familia natural como célula básica de la sociedad; ni se interesó por que la nueva ley de educación permita una auténtica libertad de los padres para decidir la educación de sus hijos; ni clamó por una auténtica independencia judicial; ni le exigió el fin de la revanchista ley de memoria histórica y la zapaterista alianza de civilizaciones; ni le demandó acabar con la financiación a partidos, sindicatos, patronal y fundaciones; ni le conminó a la eliminación del Senado por inútil y carísimo; ni le interpeló por la inmigración ilegal y masiva que seguimos padeciendo; ni le propuso liquidar el ruinoso y antinacional estado de las autonomías; ni reivindicó que se le pare los pies al desafío separatista catalán sin complejos y con contundencia afirmando con orgullo la unidad de España, por poner sólo algunos ejemplos.

Es decir, cuestiones candentes, fundamentales para la vida de una nación no imaginaria como es la de los políticos si no la real, la del día a día, la que ve cómo la crisis que vivimos la quieren disfrazar de mera crisis económica y en realidad es una profunda crisis moral e institucional, no tienen cabida ni interesan a la totalidad de los grupos que se sientan en los escaños del parlamento. ¿A quiénes representan, pues? ¿De qué nación debaten?

Este tipo de pseudodebates, son una falacia, una quimera, una cortina de humo que esconde la verdadera situación de España que no es, como pretenden algunos, sólo su situación económica. No sólo de economía vive el hombre. Son una teatralización para hacernos creer que los políticos realmente trabajan y se preocupan por los problemas de los españoles, cuando en realidad sólo se preocupan de sus propios intereses que es lo que realmente representan. La nación de la que dicen debatir no existe en su obnubilado pensamiento más preocupado con seguir en el machito y permanecer en la poltrona que en servir a los españoles a los que pretenden (falsamente) representar.

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