
Teniendo aún fresca en la memoria la censura que se aplicó en un ayuntamiento andaluz por parte de ediles comunistas a una conferencia sobre el genial novelista Agustín de Foxá y de la que dimos cumplida cuenta en este blog, el Semanario Alba nos cuenta que "el pasado 4 de diciembre, el ministro de Trabajo Celestino Corbacho notificó a Marcos Ana que el Gobierno acababa de otorgarle la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo. El 13 de enero de este mismo año, Patxi López, en nombre del Gobierno Vasco, le entregó el Premio René Cassin de Derechos Humanos, y el 20 de enero el Círculo de Bellas Artes de Madrid se llenó para celebrar el 90 cumpleaños del vate marxista". Se preguntarán ustedes, ¿Quién es este personaje y qué méritos tiene?
Fernando Macarro Castillo, alias Marcos Ana, supuesto poeta absolutamente desconocido por su obra, fue secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas en Alcalá de Henares (cuyo jefe máximo era el genocida Carrillo) y, según un Dossier sito en el Archivo Histórico de Defensa, como jefe de un grupo de milicianos dentro del Batallón Libertad, “tomó parte directa” en el asesinato de Marcial Plaza Delgado el 23 de julio de 1936 y en el asesinato, el 3 de septiembre del mismo año, de Amadeo Martín Acuña y de Agustín Rosado. Como nos sigue contando Alba, "Plaza, de 41 años, era cura. Martín era un cartero de 24 años que militaba en Acción Popular y Rosado era un labrador de 45 años sin filiación política pero de reconocida religiosidad". Marcos Ana sería condenado a muerte en 1943 por estos crímenes. Pero al ser menor de edad durante la contienda le conmutaron la sentencia por la inferior en grado: 30 años de prisión. En un documento del Consejo Supremo de Justicia Militar de 1954, recogido dentro de este mismo expediente, se puede leer: “Tomó parte en profanaciones, detenciones y asesinatos de personas de derechas”. Aún así, un decreto de Franco de 1961 le pondrá en la calle: todos los presos que llevaran más de 20 años en las cárceles por hechos relacionados con la guerra quedaron en libertad.
Fernando Macarro Castillo, alias Marcos Ana, supuesto poeta absolutamente desconocido por su obra, fue secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas en Alcalá de Henares (cuyo jefe máximo era el genocida Carrillo) y, según un Dossier sito en el Archivo Histórico de Defensa, como jefe de un grupo de milicianos dentro del Batallón Libertad, “tomó parte directa” en el asesinato de Marcial Plaza Delgado el 23 de julio de 1936 y en el asesinato, el 3 de septiembre del mismo año, de Amadeo Martín Acuña y de Agustín Rosado. Como nos sigue contando Alba, "Plaza, de 41 años, era cura. Martín era un cartero de 24 años que militaba en Acción Popular y Rosado era un labrador de 45 años sin filiación política pero de reconocida religiosidad". Marcos Ana sería condenado a muerte en 1943 por estos crímenes. Pero al ser menor de edad durante la contienda le conmutaron la sentencia por la inferior en grado: 30 años de prisión. En un documento del Consejo Supremo de Justicia Militar de 1954, recogido dentro de este mismo expediente, se puede leer: “Tomó parte en profanaciones, detenciones y asesinatos de personas de derechas”. Aún así, un decreto de Franco de 1961 le pondrá en la calle: todos los presos que llevaran más de 20 años en las cárceles por hechos relacionados con la guerra quedaron en libertad.
Por tanto, ¿Cuáles son los méritos de un supuesto poeta que no ha trabajado en su vida, como él mismo ha reconocido? Ser un criminal (análogamente a su jefe de filas el genocida de Paracuellos, al que le han rodeado de todo tipo de honores) y haber pasado de forma ininterrumpida veintidós años dentro de las cárceles franquistas, desde los 19 años a los 41, de 1939 a 1961. Eso es todo. Un personaje siniestro, criminal, que jamás ha pedido perdón por sus crímenes y que se presenta como un luchador por la libertad.
Y el ministro tiene la desvergüenza de decirle a este personaje (que espetó al enterarse del premio: “¿A mí? ¡Pero si yo no he trabajado en la vida!”): “Tú has trabajado mucho por los demás, y sigues trabajando por ellos”. ¿Trabajar? ¿En qué, de qué, para qué? Esto, además de ser intolerable en cualquier país civilizado, es un crimen que se repite en los familiares de las víctimas de este asesino sin escrúpulos, es pisotear y escupir sobre las tumbas de los asesinados por este canalla, es volver (una vez más) a recordar los horrores de la guerra a cientos de miles de españoles y a dividirlos.
Así es, en definitiva, lo que entiende la izquierda por cultura; censura implacable para los que no piensen como ellos (aunque tengan un expediente moral inmaculado como Foxá) y enaltecimiento hasta el paroxismo con los suyos aunque sean criminales convictos y confesos, como sucedió en su día con el chekista Alberti y ahora con el criminal este de Macarro. Es inaguantable, intolerable, insufrible, inaceptable, inadmisible... ¿Hasta cuándo vamos a aguantar los buenos españoles? ¿No es hora ya de una vez de reaccionar?