viernes, 1 de mayo de 2009

¡QUÉ GRAN DIFERENCIA!

En estos tiempos de crisis y de necesidades vitales se echan de menos verdaderos estadistas, verdaderos gobernantes que busquen de verdad acabar o al menos reducir en lo posible el grado de desesperación al que están llegando millones de españoles con el drama del paro. Escuchamos mucha palabrería hueca, muchas posiciones demagógicas, muchas críticas, pero ninguna medida o propuesta seria y de gran alcance. Situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales.

A este respecto, hace 140 años un rey de la Legitimidad, Carlos VII, ofrecía soluciones llenas de sentido común y honradez a la crisis que vivía España en carta a su hermano Alfonso:

“[…] Hay en la actualidad, mi querido Alfonso, en nuestra España una cuestión temerosísima: la cuestión de la Hacienda. Espanta considerar el déficit de la española; no bastan a cubrirla las fuerzas productoras del país; la bancarrota es inminente…
Yo no sé, hermano mío, si puede salvarse España de esta catástrofe; pero, si es posible, sólo su rey legítimo la puede salvar. Una inquebrantable voluntad obra maravillas. Si el país está pobre, vivan pobremente hasta los ministros, hasta el mismo rey, que debe acordarse de don Enrique el Doliente. Si el rey es el primero en dar gran ejemplo, todo será llano; suprimir ministerios y reducir provincias, y disminuir empleos, y moralizar la administración, al propio tiempo que se fomente la agricultura, se proteja la industria y aliente el comercio […]”


Carta-Manifiesto de Carlos VII a su hermano Alfonso. París, 30 de junio de 1869

¿Qué gran diferencia con la actualidad verdad? Porque, ¿Sus Señorías serían capaces de bajarse el sueldo? ¿Y los ministros con el presidente a la cabeza, o los presidentes autonómicos, consejeros y diputados? ¿Y esos políticos que acumulan sueldos por cada puesto político que han ocupado, serían capaces de renunciar a ellos? Y las autonomías, ¿serían capaces de suprimirlas por bien de España? ¿Y las subvenciones multimillonarias a partidos y sindicatos? Por no hablar del Monarca y su familia. En fin, para qué seguir, todos sabemos bien la respuesta. ¡Qué gran diferencia!

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