jueves, 19 de febrero de 2009

LAS AUTONOSUYAS

Cuando se empezó a discutir el proyecto de constitución allá por 1977, tras el engaño de las elecciones generales que, por arte de virlivirloque se convirtieron en constituyentes (y que convierten, de iure, en ilegítima la constitución de 1978), los llamados y nunca bien ponderados "padres de la patria" quisieron acabar con eso que se dió en llamar el problema nacionalista. Y no se les ocurrió otra cosa que volver a la pretendida legalidad republicana y conceder estatutos de autonomía a Cataluña, Vascongadas (llamada desde entonces Euskadi, término inventado por ese loco iluminado de Sabino Arana) y Galicia. Pero claro, pronto las demás regiones españolas se dieron cuenta de que se trataba de un agravio comparativo y pidieron parte del pastel. Así se pasó al "café para todos" y a 17 "Comunidades Autónomas" absolutamente artificiales y ahistóricas conocidas en adelante como autonomías. ¿Qué ocurrió? Pues que lejos de acabar con el problema nacionalista (separatista, para hablar con propiedad), se crearon nuevos separatismos allí donde jamás los hubo: Canarias, Andalucía, etc. etc. Y para más inri, si se pretendía una descentralización que diera al traste con el centralismo tan odiado, resulta que se crearon nuevos centralismos. Esta vez no desde Madrid, sino desde Sevilla, Barcelona, Vitoria, etc. etc. En definitiva un fracaso que nos puede llevar a la desmembración de la Nación más antigua de Europa.

Pero en tiempos de crisis como el que vivimos se hace más sangrante la cuestión de las autonomías: ¿Qué nación, como la nuestra, puede aguantar 17 miniestaditos, con sus presidentes y sus miniministros, sus cortes y diputados, sus funcionarios y sus impuestos, sus defensores del pueblo, sus televisiones autonómicas etc. etc.?

Si queremos acabar de una vez en serio y de verdad con el problema separatista que nos ahoga y con la crisis económica que nos empobrece hay que acabar para siempre con las autonomías.

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